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Aquí os dejamos el viaje de un viejo conocido de EnBici: Antonio Arderiu Freixa.

Contactamos por primera vez allá por el 2010, cuando nos empezó a mandar entregas de sus viajes por el Camino de Santiago, de Logroño a Burgos, de Burgos a León, y de León a Santiago.

Ahora, diez años después, nos ha alegrado volver a saber de el, y ver que sigue "vivito y pedaleando" por esos mismos senderos. Esta vez nos ha mandado el tramo que nos faltaba para tener el Camino Francés completo entre Roncesvalles y Logroño, bueno, casi, porque se quedo a unos pocos kilómetros, en Torres del Río.

 

Esperamos que disfruteis del relato y que mas pronto que tarde nos lleguen las nuevas entregas del resto de este nuevo camino del 2018.

 

 


 

Camino de Santiago 2018: de Roncesvalles a Logroño

 

 

por Antonio Arderiu Freixa       Sept 2018

 


 

 

 

Tras mi última aventura en el Camino, transcurridos mas de ocho años desde la llegada al Obradoiro, decidí que había que intentarlo de nuevo. Entre los dos Caminos se quedaron mi páncreas y mi bazo, así como un trozo de mi cráneo, razón por la cual, un saludo a Santiago y el abrazo al Apóstol es mas que obligado.

 

 

 

 

En la primera etapa utilice mi bicicleta de montaña Ghost que sustituía a la fiel Trekk que un desaprensivo me birló. Es una bici normal, es decir, sin electricidad porque no recuerdo que organización me indico que con la bici eléctrica no valía, es decir, no merecía la Compostela. ¡Craso error! En mi primera etapa me adelantaron multitud de bicis y todas eran eléctricas, así que, en las siguientes ya utilizare semejante adminiculo que compré en mi país de residencia. De todas formas la Ghost es una buena bici, no me dio problema alguno y se portó de maravilla. La rueda grande y estrecha que lleva, muy hinchada, me facilito la tarea y alivió algo el cansancio de piernas al aumentar la cadencia. Los frenos de disco también resultaron un descubrimiento positivo en esa primera etapa.

 

 

Etapa 1: de Roncesvalles a Pamplona

 

 

 

 

Inicié el Camino el día 12 de julio en Roncesvalles, como debe ser. El día era oscuro y amenazaba lluvia pero lo achaqué a la niebla montañesa. Tras montar la bici, recogida de la credencial en el albergue de peregrinos que la servían con una práctica bolsa de plástico para colgarla al cuello, visita a la Iglesia por aquello de la cultura, pues ya había estado antes y a pedalear.

 

El descenso hasta Burguete fue muy bien pues es un recorrido por un camino muy agradable rodeado de encinas y abedules. Casi ni tuve que tocar los pedales, pues sin ser un descenso pronunciado, permitía que la bici fuera sola por la fuerza de la gravedad.

 

Burguete es un pueblo precioso, llamándome la atención la cantidad de flores que adornaban los balcones de todas las casas. Tras hacer algunas fotos con la cámara que llevaba en el sitio reservado para el móvil, me encontré sin ver por donde seguir. Una amable y elegante vecina me indicó el desvío por el que debía abandonar este bonito lugar y tras pasar un riachuelo por una palanca e ir a parar a una granja retomé el Camino.

 

 

 

Hasta Espinal la senda es bastante estrecha y sube y baja continuamente pero es factible hacer todo el recorrido sentado en el sillín poniendo un poco de atención a la gravilla y, sobre todo, a la mezcla de arena y grava que se acumula en los riachuelos que cruzas.

 

En Espinal debe cuidarse mucho el atravesar la carretera nacional pues, aunque se hace en medio de la población, la salida es un poco engañosa. Superada la población se ve la senda de los peregrinos que asciende hasta un monte cercano. La subida empieza bien hasta el cruce con un camino carretero en que se empina y, además, la senda se hace estrecha. Cuando llegas a la cumbre, al tocar de la carretera la vista es espectacular: campos verdes, suaves colinas y bosques de hoja caduca salpicado de pueblos y casa blancas con el tejado rojo y muchas flores en los balcones. Estamos en el alto de Mezquiriz, el primero de la etapa.

 

Cruzada la carretera, se inicia un pronunciado descenso entre hayas y abedules que encontré muy emocionante, pues es pronunciado y largo. A partir de aquí se inicia una traidora trialera, que no abandonaremos hasta el alto de Erro, salvo los cruces de carreteras. Y digo traidora porque alguien, con la mejor intención del mundo, ha enlosado trozos de la misma y ha hecho cómodos escalones para los peregrinos de a pie. Pero el problema lo tiene el ciclista que, de golpe y porrazo y sin tiempo de frenar, se ve saltando escalones y haciendo equilibrios para mantenerse en el asiento. La trialera nos lleva hasta Bizkarreta, precioso pueblo donde, en su bonita plaza decido sentarme un rato y hacer mis obligados controles. Hay una familia de peregrinos belgas degustando las especialidades de la zona, es decir, zampándose unos envidiados bocadillos de chistorra. Lamentablemente debo conformarme con un reconfortante café y un cuarto de hora de reposo que aprovecho para fotografiar las bonitas casas del pueblo.

 

 

 

 

Tras esos momentos de relax, vuelta a la trialera pero, esta vez, en su mayor parte de ascenso, con lo que los tramos enlosados te obligan a descender de la bici para superar los escalones. El Camino entonces discurre entre campos de forraje y asciende siguiendo una pedregosa trocha que obliga a echar pie a tierra en no pocas ocasiones. Llega un momento en que, tras una carretera rural llegas a lo que parece ser otro alto y, entonces, la trialera se hace ancha (un poco, no entusiasmarse) y discurre por el interior de uno de esos bosques navarros de hoja caduca, que en el mes de julio, con la sombra que proporcionan, parecen un regalo del Santo.

 

Este camino nos deja en un alto desde el que se ve todo el valle y que mi GPS señala que tiene 1100 mts de altura pero no sé como se llama. Desde aquí, por una pista forestal en un estado regular desciendes suavemente hasta, paradójicamente, el Alto de Erro que se llama así por la carretera, no porque sea el punto de mayor altitud .

 

 

 

 

En este alto de Erro debía encontrarme con mi asistencia como así fue. Hay allí una caravana donde venden bebidas y bocadillos pero, en aquel momento había tanta gente que preferí nutrirme de mis propias provisiones. La chica que atendía el bar me recomendó no descender por el camino de los de a pie en bici, así que, disciplinadamente, inicie el descenso por carretera hasta Zubiri. Este descenso es bastante divertido, pues tiene muchas curvas entrelazadas y coges bastante velocidad. Además, se pasa por un desvío hacia una fabrica de armas que, si no hubiese sido porque debía hacer mis comidas programadas, me habría encantado visitar.

 

Zubiri, y lo lamento mucho por sus habitantes, parece una villa ex Camino. Me refiero a que lo que se ve es moderno e industrial. Unicamente la plaza e Iglesia de la población le dan un aire tradicional pero, inmediatamente, llega una instalación industrial que debes rodear y que es fea con avaricia. Desde ahí hasta Lasarraoña, un camino carretero nos lleva sin ninguna dificultad. Lasarraoña ya es diferente y sus calles y su Iglesia a la entrada tienen un encanto especial. Cruzas el río Arga por un puente romano e inicias una agradable trialera que, tras pasar por un refugio y una fuente, te lleva hasta el caserío de Zuriain, perdido entre prados y campos de labranza montañeros. El sendero, tipo trialera, es divertido y aquí no hay el enlosado que encontramos al principio pero si unos escalones naturales que debes negociar con tiento.

 

 

 

 

Desde este caserío, el Camino desciende hasta el río, en un lugar donde hay como una especie de playa fluvial que estaba llena de gente de la comarca solazándose. Una fuerte aunque corta cuesta nos deja en la carretera, que debemos cruzar para seguir por su arcén. No es que sea comodidad sino que, antes de descender al río, está claramente indicado que los de la bici debemos seguir por esta ruta.
Pedaleando tranquilamente por el mismo se llega a un área de descanso muy bien equipada y en donde había multitud de peregrinos de a pie descansando, cosa que también hice aunque el GPS me advertía que estaba ya muy cerca de Pamplona .

Reanudada la actividad, se plantean al peregrino ciclista dos opciones: una es dirigirse por el monte hasta el centro de Pamplona y la otra es dar un rodeo por Huarte. Como mi hotel estaba cerca de Huarte elegí esta opción que te conduce por una agradable senda muy bien acondicionada, hasta un polígono industrial en cuyo inicio hay un cruceiro. Entretanto pasas por los limites de un campo de golf que prometía mucho.

Traspasado todo el polígono industrial, decidí que era hora de abandonar la gesta y dirigirme al hotel contratado que estaba relativamente cerca. Lo que no había calculado es que, para ello todavía me quedaba ir un poco por asfalto y ascender una empinada cuesta. Como las fiestas de San Fermin estaban en pleno apogeo, no pude resistir en pararme en uno de estos almacenes regentados por chinos y adquirir el pañuelo rojo, una camiseta blanca y una faja que me puse sin mucho arte. Ni que decir cabe que me la tuve que quitar a los pocos metros pues se enredaba con las ruedas.

Cuando llegue al hotel, el GPS marcaba 55 km y 6.38 horas de pedaleo efectivo lo que, para mi, considero que no estaba mal.

 

 

Etapa 2: de Pamplona a Estella

 

 

 

 

Al día siguiente, salí del hotel a hora temprana y me sorprendió no ver a nadie en la calle. Luego reflexioné que San Fermin había hecho estragos entre la ciudadanía y no estaban para paseos. Despreciando los mapas que llevaba, atravesé la autovía y, enseguida encontré un carril bici que me decidí a seguir en la dirección que creía que debía seguir. Fue una experiencia de lo mas agradable: atravesé Pamplona por carril bici y unos parques maravillosos, frondosos y muy bien cuidados. Este agradable paseo finalizo en la zona universitaria donde, al lado de un puente medieval, reencontré el Camino que, tras una corta ascensión me encaminaba a Cizur Menor. Tras pararme a ver la iglesia de los Justinianos, muy bonita y con un albergue lleno de peregrinos a rebosar, me encaminé a un bar de la plaza de la localidad donde departí con algunos personajes que se habían retirado pronto y ahora desayunaban. Ellos me indicaron que era mejor que, en lugar de ascender al Alto del Perdón por el camino de a pie, me dirigiera a Aristrain y, desde allí, por la antigua carretera, coronara el famoso Alto del Perdón, cuya silueta a lo lejos, coronada por molinos de viento, tenia un aspecto bastante amenazador.

 

Dejar Cizur y cambiar radicalmente el paisaje es todo uno. Desparece el arbolado y el frescor de Pamplona y empiezan interminables lomas cubiertas de campos de cereales, con muy poco arbolado y, en aquellos días, un sol de justicia que reduce al peregrino a una sudadera andante. En estas condiciones y sorteando la autovía, por la antigua calzada, llegué a Aristrain donde, en la plaza del pueblo y en un bar que tenia mesas fuera, me bebí yo solito litro y medio de agua, acompañado de dos damas del lugar que me vinieron a hacer compañía y a interesarse por como me iba el tema. Desde aquí les doy las mas efusivas gracias.

 

 

 

 

Comencé el ascenso al famoso Alto con un cierto respeto pues, francamente, con el calor que hacia y mi condición física, empezaba a dudar de que pudiera coronarlo. Pedaleando despacio, con la tercera y segunda del plato intermedio, y sumido en lúgubres pensamientos, fui ascendiendo y, oh sorpresa!! al cabo de un rato que no se me hizo excesivamente largo, vi entre gotas de sudor, el letrero de Alto del Perdón que casi estuve a punto de besar.

A partir de allí y hasta el lugar donde estaba prevista la comida, fue casi casi un paseo a buena velocidad, al principio por carretera hasta alcanzar Uterca y luego por pistas de tierra que, salvo algún repecho ocasional, no planteaban dificultad especifica. Me permití incluso el desviarme hasta la iglesia octogonal de Eunate, donde me junte con los peregrinos del Camino Aragonés y, por carretera llegue a Puente la Reina. La iglesia no la visite pues ya lo había hecho en una ocasión anterior y, la verdad, en aquellos momentos empezaba a acuciarme el hambre.

Entré en Puente la Reina y comí en un restaurante situado al lado del Mesón del Peregrino, el cual estaba lleno a rebosar en aquellos momentos. Y me lo pasé en grande con el camarero, andaluz, y la chica de la barra, magrebí, que se dirigían puyas constantemente y que se comunicaban con una pareja de peregrinos alemana como Dios les daba a entender.

Después de comer, me dedique a pasear plácidamente con la bici al lado por puente la Reina, hasta llegar al puente que da nombre a la localidad y que es, francamente monumental. En este momento los cielos parecieron abrirse y se inició una tromba de agua que me obligó, a mi y a otros peregrinos ciclistas, a buscar refugio en las torres de entrada del puente. A las penas, puñaladas. Me senté en el suelo e hice una siesta que me permitió olvidar el Alto del Perdón.

 

Cuando amainó reemprendi el camino. Este empieza bien, por un camino carretero en muy buen estado que pasa al lado de algunas casas de labranza .Poco a poco se va empinando y haciendo mas estrecho. Al principio ni lo notas pero, al cabo de un rato, la inclinación es ya considerable y, como el sol y sobre todo la humedad, apretaban de lo lindo, pie a tierra confiando que acabara pronto esta subida. Pues no, la misma se prolongó mas de una hora y, en dos ocasiones, estuve a punto de apretar el aparatito para el corazón, pues creía que me caía. Ademas, como la Ley de Murphy es inevitable, durante todo aquel tiempo no paso nadie. Cuando llegue a la cumbre, donde empieza otra vez un camino carretero amplio y hay un monolito de señalización, me estire debajo un árbol, mejor dicho, EL árbol y me dormí media hora.

Ya recuperado y lleno de energía, descendí rápido hasta Mañeru donde me detuve a tomar un café en su plaza para ir despierto el resto del día El camarero o dueño del local no cesaba de cachondearse de la subidita de marras, diciendo (y es verdad ) que las guías no la advierten y cuando te la encuentras estas en medio de la nada.

De Mañeru a Cirauqui el Camino discurre por una pista relativamente fácil hasta un altozano desde el que se tiene una preciosa vista de la población. Al llegar a las modernas primeras casas de la villa se inicia una subida que nos lleva hasta la plaza bajo la Iglesia de San Roman, cerca del Ayuntamiento de carácter barroco. El problema es que no ves la salida de esta plaza hasta que divisas una de las señales amarillas que esta bajo una estela discoidal y por el que tienes que pasar, como si fueras a entrar en la casa .

 

 

 

 

Pasado el arco y las casas, nueva perdida porque no se distingue bien la ruta. Tras una parada, el peregrino que ha leído algo ( yo mismo por poner un ejemplo ) recuerda que las guías hablan de una calzada romana de Igauste y recuerda que estas calzadas se hacían bordeadas de cipreses por lo cual, te pones a mirar cipreses y cuando los ves, eureka!! allá esta el camino.

Pero que nadie se imagine que es fácil para un ciclista la dichosa calzada. Empieza con unas piedras mal puestas que acaban en unos escalones pronunciados en donde no tienes mas remedio que cargar la bici al hombro. Sigue después un puente, supongo que también romano, que debes cruzar con la bici en el mismo sitio y acaba con una pronunciada cuesta donde te preguntas para que sirve la bici.

Cuando superas esta cuesta, el Camino sigue paralelo a la antigua carretera, hoy tramo en desuso y, por allí, tras una fuerte cuesta llegas al caserío de Lorca. Allí aproveche para tomarme un Aquarius en compañía de una peregrina italiana que hacia noche en el sitio o albergue donde los vendían y de los dueños del mismo que me contaron lo que cambio sus vidas con el distante trazado de la autovía.

 

 

 

 

 

Recuperado el aliento, acabé la subida como pude y, por unas pistas forestales me dirigí hasta Villatuerta. Allí, en el puente románico que cruza el río me detuve a ayudar a una pareja de peregrinos ciclistas que habían tenido un percance con la cadena. Eran Jenny y Javier, cargados hasta los topes y Javier arrastrando un carrito donde debían llevar la impedimenta. Jenny era mejicana y no muy ducha en eso de la bici y Javier, vallisoletano, era un profesional del tema que la ayudaba. Como acababan el día en Estella decidimos ir juntos y, a fuer de ser sincero, aprendí una barbaridad con los consejos e instrucciones que daba Javier :buscar siempre la mínima pendiente, arrancar siempre con marcha corta, dejar una marcha siempre de reserva, aprovechar los lados de la curva para apoyarse ect ect. Nos detuvimos en la Iglesia de la Asunción, donde hay una estatua de San Veremundo a la que hicimos muchas fotos. Luego, dejando a Jenny delante para que marcase el ritmo, subimos hasta la Ermita de San Miguel desde donde se abandona la pista y se coge una trialera de lo mas divertida que, tras curvas y bajadas de infarto, nos lleva hasta Estella. La pena fue que, justo a la entrada de Estella se puso a llover con cierta alegría por lo que debimos resguardarnos en el pórtico, muy interesante por cierto, de la Basílica del Santo Sepulcro, que es por donde se entra a la población. Allí, mis compañeros negociaron por
teléfono un hotelito para pasar la noche y yo aguarde a que me vinieran a recoger, lo que, afortunadamente, no tardo mucho. Nos despedimos quedando en vernos al día siguiente. El GPS marcaba entonces 48 km.

 

 

 

 

Etapa 3: de Estella a Torres del Río (a las puertas de Logroño)

 

 

El día siguiente amaneció soleado y un poco mas fresco que el anterior. Reemprendi el Camino donde lo había dejado el día anterior, es decir, en la Basílica del Santo Sepulcro. Al poco de salir encontramos el Puente de la Carcel para seguidamente entrar en la Rua y desembocar en la plaza de San Martin. Este trozo vale la pena porque hay casas muy bonitas a ambos lados y el Palacio o Casa de la Cultura al final, que es un antiguo palacio reconstruido.

La salida de Estella es complicada y bastante aburrida, con fuertes pendientes. Afortunadamente, cuando dejas atrás la urbe te encuentras una de las cosas mas esperadas por mi, el Monasterio de Irache con las Bodegas del mismo nombre y, sobre todo, la fuente que mana vino.

Obviamente me detuve a catarlo y aproveche para descansar un rato en el jardín que hay frente al Monasterio. Se estaba de maravilla!!!

 

 

 

 

 

Continua el camino por una pista pedregosa que, en aquellas horas, estaba concurridísima de ciudadanos de Estella que practicaban toda suerte de deportes y a los que ibas saludando. La pista, tras cruzar la carretera se adentra en una urbanización y, tras la misma y un nuevo cruce de carretera, se adentra en un bosque de encinas y carrascas, yendo por la zona umbría, lo que agradecí sobremanera pues el calor empezaba a apretar .

Tras este trozo tan agradable viene un descenso complicado hasta un barranco, descenso en el que había embotellamiento de peregrinos, deportistas rurales, paseantes y demás, así que debìas ir con mucho tiento para no llevarte a nadie por delante. Superado el barranco se inicia una fortísima cuesta hasta Azqueta. La cuesta esta rodeada de campos de lavanda pero el peregrino casi no los puede ver porque el sudor que se desliza por su cara se lo impide .

En Azqueta vive y mora Pablo, un lugareño que confecciona bastones para los peregrinos de a pie. Como no lo necesitaba ni podía llevarlos opte por sentarme en un bar y tomar un aquarius porque, según el perfil de la etapa, todavía me quedaba cuesta.

Y vaya si quedaba!!.Hasta Villamayor de Monjardin es una continua cuesta llena de piedras, impracticable con la bici. Así que, bici al hombro y para arriba. En la cuesta me alcanza una peregrina jovencita y de buen ver, de nombre Katia, que me pide si podemos hacer el camino juntos hasta Villamayor donde pensaba quedarse. Era de Alemania pero de la que antes era comunista, y me contó todas las vicisitudes de su familia con la reunificación. Fue muy interesante. También me contó que realizaba el Camino sola, desde Roncesvalles hasta Santiago para meditar, con lo que supongo que debió tener tiempo sobrado para ello. Nos despedimos en los lavaderos que hay en la entrada de la población pues ella se iba al albergue y yo tenia la intención de llegar a Los Arcos .

La salida de Villamayor se las trae, pues consiste en una serie de grandes escalones que obligan a descender de la bici. Cuando llegas al final de ello, siempre rodeado de viñedos, empiezan una serie de pistas de concentración parcelaria donde vas cómodo y relajado a buena velocidad, tanto que atropelle una culebra que cruzaba el camino y que no pude evitar. El paisaje es típico de secano, con grandes campos de cereales y escaso arbolado pero de una profundidad grandiosa. Se pasa por debajo de Montejurra y, al poco de dejarlo atrás, se llega a un área de descanso en donde reencontré a mis amigos del día anterior. También encontré a una agradable pareja, Roberto y Ainara, que realizaban el Camino porque a Roberto le habían trasplantado el corazón y había fundado una asociación para los trasplantados y la estaban promocionando. Le pregunte si había también una de páncreas pero no hubo suerte. Igualmente se nos juntaron unas canadienses, Sue Luhmann y Ainette ( no pude retener su apellido ) que eran consuegras, pero una de Vancouver y la otra de Toronto. Se lo pasaban genial y, la verdad, daba gusto ver lo que disfrutaban con el Camino y con nuestras costumbres hispánicas, el vino y la siesta. Muy cultas y muy arregladas, con un equipo de primera fueron una de mis sorpresas de la etapa.

 

 

 

 

Tras casi una hora de conversaciones y de compartir experiencia, mis amigos ciclistas y yo reemprendimos la marcha hasta Los Arcos siguiendo las pistas y a buena velocidad, pues no encontramos cuestas dignas de mención. Entramos por la Calle Mayor y fuimos a parar a la Plaza de Santa Maria, que esta presidida por la Iglesia del mismo nombre. La plaza parecía una concentración de peregrinos pues estaba llena a rebosar. Nosotros nos sentamos en uno de los bares a compartir un modesto café pues allí nos despediríamos definitivamente ya que Jenny se quedaba a hacer noche, Javier cogía un taxi para volver a su ciudad y yo tenia cita en Torres del Río La verdad es que fue una compañía de lo mas agradable.

 

 

 

Tras comer en esta plaza, y dormir un poco apoyado en una columna, reemprendi el Camino rumbo a Sansol. La ruta iba haciéndose cada vez mas árida y pedregosa, y el calor apretaba de verdad. Pero eso es el Camino. Escuche a lo lejos el ruido, o mas bien música, de coches de competición. Se trataba del Circuito de Navarra en plena faena pero, por mala suerte cae fuera de la ruta del peregrino.

 

 

En Sansol, me perdí. Un individuo ha cambiado las señales del Camino haciendo que vayan a su establecimiento, que esta encima de una pequeña colina. Tras un piadoso recuerdo para la mamá del individuo en cuestión, salí a la carretera, pero totalmente perdido así que la seguí en la dirección que creía correcta. Y afortunadamente lo era. A los pocos kilómetros entraba en Torres del Río Tras visitar junto con otros peregrinos que allí estaban la Iglesia del Santo Sepulcro, que tiene forma octogonal como la de Eunate, me dirigí al albergue de peregrinos donde una botella de litro y medio de agua puso fin a a esta mi primera etapa del Camino de Santiago 2018. El GPS marcaba 38 km.

 

 

 

 

 



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Datos viaje


Fecha: Septiembre 2018


Tipo ruta: Lineal


Longitud: 141 km


Etapas: 3


Bicicleta: MTB Ghost


Participantes: Antonio Arderiu


Alojamiento: Hoteles


 

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